jueves, 6 de enero de 2011

TEDIUM

intento matar el aburrimiento probé por todos los medios la soga el revolver venenos varios sin embargo no quiere morirse continúo con la contemplación vacía de mi alrededor luces dicroicas y gritos gente que va y que viene en medio de la más absurda excitación y más gritos me detengo a observarlos algunos pasan apurados sin saludar lo que es a mi entender una clara falta de cortesía pero la mayoría se aplasta en las escaleras para llegar al hall y grita como si el mundo le perteneciera a los otros a sí mismos y por supuesto a sus diminutos teléfonos gritan tanto y todos tan juntos que es imposible siquiera entender una de las conversaciones grandes elefantes africanos teñidos de distintos colores se abren paso con calma entre una multitud de extras desconocidos que miran con un temor que deriva en pánico cuando descubren que la hilera no tiene un final visible algunos de los empleados pasan haciendo la vertical otros simplemente babean mientras miran el techo compuesto por placas de telgopor y muchos pasean junto a los elefantes incluso haciendo la vertical tratan de esquivar a los verdes o de montar a los violetas sin llegar a entender por qué estos caminan tan tranquilos sobre los baldosones de granito no todos se ven contentos con el curso de los acontecimientos se miran extrañados el color gris ceniciento de sus pieles las caras de sorpresa indignación y las risas comienzan una acalorada discusión sobre que medidas tomar contra tan desvergonzada intromisión en sus colores naturales mientras sus zapatos se entierran en arena los modelos de traje de baño son de lo más divertidos pero lo particular es que en esta playa conviven todas las épocas desde los años ´20 hasta la actualidad por supuesto justo cuando el revoloteo de los brazos es más intenso y las caras se están volviendo púrpura mezcla de vergüenza y bronca suena un timbre algunos pasan apurados sin saludar lo que es a mi entender una clara falta de cortesía pero la mayoría se aplasta en las escaleras para llegar al hall y grita como si el mundo le perteneciera a los otros a sí mismos y por supuesto a sus diminutos teléfonos gritan tanto y todos tan juntos que es imposible siquiera entender una de las conversaciones fue una suerte para todos que en ese momento se cumplieran las horas correspondientes al sábado y fue también el comienzo del desconcierto de los enfermos psiquiátricos finalmente la muñeca del aburrimiento cedió

a mí, la verdad, me importa un orto.

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